El día que las estrellas dejaron de brillar o la posibilidad de vivir (allá) en las estrellas

Por Guillermo Bejarano Becerril / Foto: @luis_quirozm

Actualmente, hablar de mundos imaginarios utópicos o distópicos es más una realidad que posibilidad, pues el curso de acciones y decisiones de los seres humanos (generalmente los poderosos, aquellos donde se concentra el “poder”) cada vez orillan más a uno a pensar en estas distopías que sólo aparecen en cuentos, novelas, películas como (posibles) realidades futuras porque existe y es evidente también la sobre explotación de recursos hídricos o minerales, la devastación de flora y fauna, el ascenso de la violencia, guerras constantes y con ello desapariciones o la muerte, por ejemplo. En pocas palabras, para algunas realidades, los escenarios son más desoladores que esperanzadores. Por ello la tendencia de caer en distopías más que en utopías. No obstante, como en toda época de despertares, de ser crítico y de visibilizar las cosas para no normalizarlas, el arte trátese de literatura, teatro o música por mencionar algunos ha apostado en denunciar y mostrar aquello que, a veces, se trata de negar u ocultar, tal como se verá a continuación.

Con elementos que remiten a la cultura pop, por ejemplo, la película 2001: odisea del espacio, dirigida por Stanley Kubrick, o los textos de los mayores referentes literarios de la ciencia ficción Isaac Asimov, Ray Bradbury, Stanisław Lem o Ursula K. Le Guin, quienes han desarrollado la idea de la vida en el espacio, las distopías, y, sobre todo, lo que muchas veces resulta incómodo pero es una realidad: la vida y la muerte a causa de la malas decisiones del individuo; o la literatura juvenil mexicana de Martha Riva Palacio, cazadora de sonidos y exploradora del espacio, o M. B. Brozon, la portavoz en evidenciar que los infantes y jóvenes quieren y necesitan ser escuchados, pues en su mundo, en sus palabras, todo es de una manera diferente y no tan alejada de la mirada de los adultos; sin embargo, estos dicen no entenderlos, es decir, los niños y jóvenes nombran el mundo con las herramientas que poseen, conocen y reconocen, y no porque quieran llevarles la contraria, solamente es un problema de comunicación y de significado.

La compañía teatral “Me dijo, Te dijo, Le dije” presentan la obra El día que las estrellas dejaron de brillar —escrita por Mariana Reskala y bajo la dirección de Ricardo Rodríguez— que cuenta la historia y el crecimiento de una niña que pierde a su papá, pero, al sólo contar con lo que se dice en las calles o en la televisión, asocia la desaparición de su padre con una abducción extraterrestre más que por una desaparición forzada: alguien sí se llevó a su papá, pero no alguien fuera de este mundo terrestre.

En sesenta minutos, las actrices Teté Espinoza (la mamá, voces, delincuentes, amigos y múltiples personajes) y Patricia Soto (la niña, la adolescente, la adulta) realizan una interesante ejecución teatral, pues consideran y apelan a dos intenciones: la primera, incluir al espectador para imaginar, materializar o colaborar con el pacto teatral de lo que sucede en el escenario, es decir, lo que se dice e incluye está ahí, ocupa ese espacio en la obra sin la necesidad de ver su forma, materia, el objeto; en segundo, cómo un niño, un joven y un adulto mira las cosas porque, entre más crece la protagonista, se incluyen personajes o se le atribuyen propiedades a la utilería que se encuentra en el escenario. Desde una silla que sirve de escalera a nave espacial, de computadora a motocicleta, de juegos de luces a musicalización —gracias a los trabajos de Sergio Lopez Vigerras y Yayo Villegas— es posible reconocer los cambios de escenas, de espacios y sobre todo que los espectadores estén al pendiente de la obra, pues resulta complejo mantener y retener la atención del público cuando las intervenciones con él son mínimas o nulas. Esto se debe a que, de pronto, las escenas y diálogos se perciben un poco largos porque oscilan entre imágenes que apelan a la realidad, a lo que cuenta la gente, a lo que dicen los medios, a lo que conoce uno y así incluir una escucha activa como una representación (no) total porque aquí es donde los espectadores ponen de su parte para entender lo que sucede en el escenario como en su día a día.

Para los tiempos recientes donde todo está a la mano, a un clic, resumido e inmediato, la propuesta teatral El día que las estrellas dejaron de brillar es una gran apuesta para crear un vínculo con el espectador que desea desafiarse a sí mismo por las cuestiones de poca escenografía, de imaginación, de reconocerse en la protagonista porque, en algún momento, también nombran o nombraron las cosas por lo que conocían y, sobre todo, que México y el mundo son lugares donde la desaparición forzada es una constante: es más posible desaparecer a manos del humano que de un ser de otro planeta. No obstante, también existe un poco de esperanza aun cuando todo parece terrible.

El día que las estrellas dejaron de brillar se presentará hasta el 10 de octubre en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico, ubicado en Avenida Revolución 1500, esquina con Manuel M. Ponce, Guadalupe Inn, Álvaro Obregón, 01020 Ciudad de México, CDMX. Funciones sábados y domingos  a las 13:00 hrs.

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Guillermo Bejarano Becerril (Ciudad de México, 1998) poeta y estudioso de la literatura mexicana. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha colaborado en los proyectos Soga viviente y Vida y obra de José Juan Tablada. Ha publicado en las revistas: Revista Zur; Pérgola de humo; Punto en línea, Casa del tiempo, Pirandante. Revista de Lengua y Literatura Hispanoamericana, Revista Universitaria y más.