Si Ricitos de oro no habla alemán… ¿Qué habla?

Por Guillermo Bejarano Becerril / Foto: INBAL

La obra toma su nombre del cuento clásico “Ricitos de oro y los tres osos”, pues se incluyen como personajes a mamá, papá y pequeño oso, Ricitos de oro y otros elementos del cuento como la casa y las acciones de los osos. Sin embargo, si el título se divide en dos partes, la segunda mitad se debe al idioma alemán porque la protagonista, Ricitos de oro —interpretada por Paula Watson—, sueña y añora con viajar a Alemania, experiencia que puede cambiarle su vida o, por lo menos, sentirse propia de y habitar un lugar. Gracias a estos dos elementos, que juegan con la tradición y la reformulación de un texto referente de la Literatura Infantil y universal y apostar por una “actualización” o, mejor dicho, una reinterpretación de lo pasado, la dramaturga y directora de la pieza —junto con Luis Eduardo Yee— Paula Watson presenta Ricitos de oro no habla alemán.1

La compañía teatral “Grupo Temporales” y con las participaciones de Paula Watson —Ricitos de oro—, Luis Eduardo Yee —Él y el Otro—, Emiliano Cassigoli —Papá oso—, Luis Ra Acosta —Mamá oso—, Leonardo Barragán —Osito— y Ayla Rodríguez —Ricitos de oro del pasado—, a través de noventa minutos, cuentan la vida de Ricitos de oro, mujer que vive entre la realidad y la ficción, el pasado y el futuro pero pocas veces en el presente, pues habita todos estos espacios para encontrarse así misma. Como si buscara una cajetilla de cigarros o como si buscara una casa, Ricitos de oro a traviesa un viaje más interno que externo, pues reconoce los problemas de su relación, las carencias de su vida, que Él no es el mismo del que se enamoró y sólo recuerda los tiempos mejores y pasados, pero no acepta que con “el Otro”, también tiene amor porque teme que no sea permanente y termine igual que con Él. Ricitos de oro no sólo está en un viaje para conocerse a sí misma, sino, a la vez, se encuentra en el punto que debe de hacer cambios para ser ella, para habitar un espacio y, sobre todo, ser ella misma. Aunque antes de llegar a eso debe de conocer, vivir y hacer cambios en su vida.

En principio, la representación teatral  Ricitos de oro no habla alemán cuenta con múltiples elementos a destacar, pues desde que se entra al Teatro del Bosque Julio Castillo, Papá oso recibe a los espectadores con su acordeón. Les habla en alemán a los asistentes para advertirles lo que les espera y así después guiarlos al sótano del teatro, transición y contraste de que no se está en un teatro convencional, sino en el interior de la casa de los osos gracias a la escenografía y al vestuario de Mauricio Ascencio.

El sótano se divide en cuadrantes, donde gracias a la producción de Yuly Moscosa, Ayla Rodríguez, Fernanda Árcega, y la musicalización de Joaquín Martínez y Emiliano López se delimitan los espacios. De momentos se notan los límites entre las habitaciones de los osos, la sala, la cocina, el lugar de trabajo del Papá oso; la casa de Ricitos de oro: el departamento de ella y de Él y de el Otro; de Alemania y sus paisajes; una burbuja de agua que absorbe a Ricitos. Si bien el sótano se aprovecha a su máximo esplendor, desgraciadamente esto sólo se nota si se está enfrente del escenario (la casa de los osos). Si uno se encuentra en el espacio lateral se pierde parte de las actuaciones como del espectáculo visual porque en el centro se ubica un pilar que sostiene a la estructura del teatro.

Un elemento más que hace que la obra sea atractiva, pero a la vez pesada es la comunicación con el público porque llegan momentos en que las historias se superponen o se mezclan, es decir, de un momento se cuenta la historia de Ricitos de Oro y su novio Él; de pronto Ricitos de oro se encuentran con Él y su yo del pasado y conversan o Ricitos de oro está con el Otro, su amante, donde viven una infidelidad pero como una relación sana. Tanto los actores, directores y cada miembro de la obra son conscientes de esto que en todo momento están al pendiente del público y resumen o explican lo que está pasando para así retomar el hilo de una de las muchas historias que se actúan.

La obra de Paula Watson es una apuesta por compaginar la literatura tradicional con el teatro porque no sólo apela a ella también la crítica porque hace un comentario sobre las figuras académicas que se valen y aprovechan de su papel de intelectuales cuando no cumplen con su labor o funciones que se le encomiendan, por ejemplo, las misiones diplomáticas, culturales o como servidores públicos. Asimismo, crítica cómo la televisión y la tecnología se han vuelto una constante en la familia, lo cual ha desplazado al diálogo entre padres e hijos o a ser sincero con uno y se miente evade los problemas por temor a probar nuevas cosas o no hacer enojar al otro. Después de todo, la vida es cambiante y no es lineal, ni está establecida o impuesta.

Ricitos de oro no habla alemán se presentará hasta el 3 de septiembre en el sótano del Teatro del Bosque Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque (CCB), Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n. Funciones lunes y martes a las 20:00 hrs.

 


GUILLERMO BEJARANO BECERRIL (Ciudad de México, 1998) poeta y estudioso de la literatura mexicana. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha colaborado en los proyectos Soga viviente y Vida y obra de José Juan Tablada. Ha publicado en las revistas: Revista Zur; Pérgola de humo; Punto en línea, Casa del tiempo, Pirandante. Revista de Lengua y Literatura Hispanoamericana y otras más.

 

1 Considero necesario exponer lo siguiente porque la obra de Watson se vale un poco de esto: el cuento “Ricitos de oro y los tres osos” —aquel que narra la historia de una niña que entra a la casa de unos osos y prueba las sopas, sillas y camas de cada miembro de la familia, pero sólo le agradan las del hijo porque están en un punto medio— es un cuento anónimo, exponente de la literatura infantil y de la transmisión oral, donde los adultos cuentan historias a los infantes. No obstante, en esta materialización de lo oral a lo tangible (escritura), “Ricitos de oro y los tres osos” se le adjudica a Robert Southey porque, en su libro El doctor (1837), se encuentra una versión, que funciona como evidencia para demostrar que lo oral paso a lo escrito. Sin embargo, en esta historia el final es distinto porque termina con una lección de aprendizaje, es decir, los niños al terminar de leer el texto reciben un mensaje, en este caso, por parte de los osos, que no se debe de ser muy confiados como para dejar la puerta de su casa abierta; por parte de la niña, a no entrar en casas de desconocidos y menos aún sin autorización. En el libro El lector literario (2016), Pedro C. Cerrillo comenta que los cuentos maravillosos suelen encerrar algún tipo de enseñanza, por ejemplo, ser precavidos, que la belleza no es superficial, aunque esto no es de gran relevancia para el niño que lee o escucha, aunque esto sí sobrevive en su memoria y Watson lo hace con el final feliz, después de una serie de eventos, de cambios y aprendizajes, de su Ricitos de oro..