El propósito del crítico y el decir no me gusta

Por Viridiana Nárud / Foto: Hannah Grace Unsplash

Parece un acto heroico y rebelde decir “no me gusta” cuando se habla de cualquier obra. La censura ha tomado un nuevo aliento y disfraz en donde sólo lo “positivo” es bien visto y aceptable. No herir los sentimientos de nadie aunque sí se pueda herir a quien opina de manera contraria, ya que el sujeto que enuncia lo “negativo” es un enemigo que acaba con el stablishment del buen decir.

Entonces, ¿dónde queda el arte u oficio del crítico? Si todo está bien para qué tomarnos la molestia de tomar nuestra pluma o computadora y hacer una reseña de lo “maravilloso”, “sublime”, “exquisito” de una obra. ¿Cuál es el propósito del crítico en la actualidad?

No creo que sea el de mantener una postura conservadora en donde se trate de salvaguardar las viejas maneras de hacer teatro. Estamos aburridos de asistir a los mismos espacios teatrales con las mismas personas de siempre, esto lo digo como público ya que siempre me he considerado una espectadora crítica. Urge abrir paso a nuevos talentos, a nuevas narrativas que hablen de la Naturaleza Humana.

Nos encontramos en recintos añejos que huelen a podrido porque decidieron cerrar sus puertas y mostrar la censura con un perfume de “nuevo” y “positivo”. Las obras a las que he asistido últimamente no sólo carecen de estructura dramática y con esto no me refiero a que debemos seguir el canon aristotélico, pero la mente, la psique, necesita entender qué se está diciendo, necesita la historia para poder entender lo que sucede. Falta rigor en las dramaturgias y direcciones actuales. Han perdido la capacidad de profundizar en el espíritu y psique humanos. El melodrama del bueno vs malo tomó la batuta. ¿No hay más en el alma humana que sólo la bondad o la maldad extrema? ¿No reina en la psique los claroscuros de Cavaggio?

Nos hemos ido en búsqueda de la luz, pero la luz ciega. Por más bello que sea el sol no podemos verlo sin después habitar el mundo de las sombras. Como un ejercito de zombies bien vestido, con ropa pirata o barata, nos engañamos y vamos vestidos de rosa a ver las grandes producciones y aunque no tengan nada profundo decimos que lo son y defendemos con encono la mentira.

Cuando estudiaba en la escuela de escritores siempre se pedía respeto al compañero que presentaba su trabajo y quienes opinábanos  debíamos justificar el por qué nos gustaba o no con respeto. Hoy, lo que antes era un ejercicio crítico para mejorar la escritura propia y del compañero, podría llevar a expulsión de cualquier alumno o maestro.

Nos encontramos en  una era Egoíca e infantil en donde los adultos crecen con temor el rechazo y la crítica. En dónde queda entonces el ejercicio del crítico si este se suma a la buena ventura del todo está bien, le echaste ganitas.

Urge volver a situar al crítico como crítico, urge volver a pensar de manera crítica a nuestra sociedad y comunidad –palabra tan de moda–, pero recordemos que el individuo no puede pensar de manera colectiva, y de hacerlo pierde su individualidad. Por ello el valor del crítico es ético, tiene una resistencia al pensar de manera colectiva. Señala los puntos débiles y fuertes de toda obra. Ve los dos lados de la obra y dialoga con el espectador, no guiado por el odio sino por el ideal del arte.

Sé que hablar de arte, verdad e ideales, suena romántico y absurdo, pero ¿de qué sirve la utopía? Nos sirve para caminar hacia adelante, aunque el horizonte no sea alcanzable.

Nuestra sociedad no se encuentra bien, tenemos una lucha interna y externa. Todo comentario negativo es acusado de “fóbico”, pero existe una fobia que debería preocuparnos y es la fobia por la verdad. Si continúa el ascenso de la intolerancia veremos pronto cómo el zapato de un hombre pisa el cráneo de otro tras la bandera del “amor” y “comunidad positiva”.