La importancia del drama en la vida moderna

Por Viridiana Nárud / Foto: Unsplash

El drama ritual permitió reconstruir
liturgicamente el cuerpo divino.
William K. Mahony

Llevo años haciendo crítica teatral, mismos años de lucha por no aburrirme del teatro en México. Sin embargo, en estos últimos meses asistir al teatro se ha convertido en un verdadero suplicio, se agotó mi curiosidad, incluso mi odio por las malas obras se ha apagado. ¿Por qué si el arte dramático es el que más disfruto, a manera de expresión personal, se ha convertido en un tormento? Mi respuesta constante es: son malas las dramaturgias. Algo se ha perdido en el espíritu moderno que ve con frialdad la naturaleza humana y por debajo de los hombros las pasiones humanas, las estructuras aristotélicas y el significado de la palabra.

Hablar de lo políticamente correcto, ceñirse a su limitada estructura y visión que esclaviza y censura la naturaleza humana cruel, desconcertante, indomable y bella. El Ser humano es un constructo ideal nacido de la idea del Progreso. Ser Humano no es natural al homo sapiens así como tampoco la idea del Bien. Lo Bueno y lo Malo son constructos que pertenecen a la evolución del pensamiento humano. El ser humano no es bueno ni malo por naturaleza, es bueno o malo conforme a sus estructuras de pensamiento y acciones. ¿Por qué entonces encasillar al ser humano en lo bueno?

Si la dramaturgia pierde visión de profundizar en la naturaleza humana y cree que sólo debe enunciar lo bueno, miente. Esta gran mentira, esta falta de visión y profundidad en la naturaleza humana me ha alejado del teatro.

La palabra no tiene sólo un significado y es por ello que su verdad no puede ser expresada de manera única. Si se limita a la palabra, si se le resignifica, si se le somete a expresar lo contrario a su significado, la mente humana comienza a confundirse. Son las palabras expresión de nuestro pensamiento, si las limitamos perdemos la capacidad de pensar correctamente. Cuando asisto al teatro me aterra ver cómo ese mundo de Orwell, en donde las palabras eran resignificadas, se ha vuelto realidad. Todo es políticamente correcto, se premia lo correcto, se produce lo correcto, se actúa lo correcto, sin importar el daño a la libertad humana a su pensamiento. Nos hemos perdido en una estrecha línea recta que nos censura.

Hacer drama es tejer los multiversos rotos, unir con imaginación al ser humano con su espíritu, es buscar trascender a través del acto ritual del teatro y del espectador. Es tratar de revelar una verdad humana sin necesidad de constreñirle un significado único y verdadero. Porque la verdad se transita y se habita brevemente, es efímera. Quien cree que posee la verdad y la enuncia como única es un dictador.
Mientras creamos que lo “malo” del ser humano no debe ser expuesto a la luz, nos mantendremos en la ignorancia que cada día se multiplica más. Cuando se pierde la capacidad de crítica y autocrítica se pierde la capacidad de cambiar, de potencializar lo mejor que está dentro de nosotros. Mientras continuemos mintiendo en nuestros dramas modernos, una sombra se alimentará de nuestras mentiras y nos mantendrá en silencio, de esta manera el drama dejará de ser grito de la ciudades para ser aliado de la mentira.