Un intruso: El seguro popular no cubre heridas de amor ni otros males o la “dramatización” de una(s) realidad(es)

Por Guillermo Bejarano Becerril / Foto: Ed Quezada

El amor es un tema universal que permea a todas las artes y otros ámbitos del ser humano, tales como la literatura, la música, la pintura, el teatro o su día a día. Para la obra Un intruso: El seguro popular no cubre heridas de amor ni otros males escrita y dirigida por  Iankarla Castillo Jiménez—, el amor se presenta como un mero pretexto. Por primera vez se relega o no se apela a los teóricos y exponentes que más de una vez se cita o se evoca cuando se trata sobre el amor —por mencionar algunos: El banquete de Platón, Amor y Occidente de Denis de Rougemont, La llama doble de Octavio Paz o El arte de amar de Erich Fromm—.

Esta pieza teatral podría reseñarse o, mejor dicho, resumirse como lo hacen algunos sitios web: “Un grupo de actores se sumerge en una farsa existencialista al improvisar una historia de amor. Pero cuando uno de ellos descubre que tiene cáncer (anemia), desata una serie de burlas sobre el sistema de salud y los costosos medicamentos. La enfermedad se convierte en metáfora de la fragilidad humana y la absurda naturaleza de la vida, mientras el humor ácido prevalece en toda la trama”. Es sólo la punta del iceberg para convencer a un espectador a asistir a verla porque la obra va más allá.

La obra se reparte en tres actos-momentos, que explican los actores involucrados desde un inicio —Yuly Moscosa, Óscar Gordillo, Cuauhtli Jiménez/Raúl Díaz (alternan actuaciones) y Alina Maldonado— para que el público siga la historia y no piense que son ajenas. La puesta en escena es una obra de teatro lineal que versa sobre viajes, el amor, una pelea entre las células al interior del cuerpo (los glóbulos rojos y blancos), la música —se debe de recordar que hubo épocas donde el IMSS proyectaba comerciales musicalizados (al ritmo de cumbias) para hacer conciencia en los derechohabientes y así acudieran a sus clínicas de salud—, y una crítica al sistema de salud pública.

Este sistema público mexicano, en ocasiones, también es restrictivo y hasta condicional ya que se cuenta con un sistema de salud público (servicio provisto por el Estado, donde acuden las personas que no cuentan con un seguro o no pueden costear los servicios privados pero se registran al seguro, llámese hoja de gratuidad, Seguro Popular, Insabi, etc, etc.); el IMSS (institución que provee servicios de salud para todos los trabajadores que sirven a un “patrón”, institución y servicio que uno más desea, cuando no se tiene la posibilidad de costear un tratamiento grave u otros problemas, y que parte de la población mexicana cuenta con este porque es el lugar que, aun después de sus trabas burocráticas, esperas y trámites, sabes que te proporcionará el pago de una incapacidad, correrá con los gatos de un tratamiento, cirugía, estudio o padecimiento —ya sea de apéndice, de un hueso roto o que cubra a una parte de la familia—); o el ISSSTE (la institución que provee servicios para los trabajadores del Estado, es decir, maestros, policías, pero que rara vez trata a políticos, militares, empresarios, ya que estos sí pueden costear un “servicio de salud de primera” o porque cuentan con su propia dependencia de salud).

Un intruso: El seguro popular no cubre heridas de amor ni otros males no es sólo el reconocimiento de los problemas y carencias que existen en la política de salud mexicana, sino que también es la valorización de las personas que, a veces, no reciben un reconocimiento o visibilidad en una obra de teatro. Para esta obra, cada miembro realiza un trabajo excepcional para que el espectador sepa en dónde está o recuerde qué se está contando. Desde la iluminación y escenografía —a cargo de Ricardo Salgado—, se le dice al espectador que está viendo una obra de teatro que trata sobre la realización de una escena-improvisación teatral y que, en momentos, incluirá al espectador como a otros elementos metateatrales; que se está en el interior del cuerpo humano o que se está fuera de él; que, la musicalización y efectos de sonidos —a cargo de Alina Maldonado—, las transiciones de escenas, de movimientos y todo lo que sucede son una desautomatización para el espectador porque esto “no cabría en el teatro tradicional”; que los títeres —asesoría en manipulación de títere a cargo de Amaranta Leyv— no sólo son parte o están dirigidos al “teatro infantil”, sino que con estos también es posible jugar con una historia o proponer un personajes que siempre está pero no se expresa, pues el espectador lo ve y lo considera como una extensión más de los involucrados.

La obra es una clara muestra de que es posible denunciar y materializar cosas que pasan desapercibidas cuando son una constante para muchos y muchas, es decir, de aquellos que no pueden contemplar en sus gastos esta “seguridad” porque hay un mundo detrás, por ejemplo, la renta, subsistir, los gastos en transporte, los ingresos inconstantes e inestables. Es una apuesta teatral que con un humor provoca un despertar para ser más críticos pues no es el hecho de estar asegurado, sino comprender cómo es desigual acceder a un sistema público o la precarización de médicos, actores o, sobre todo,  freelance.

Un intruso: El seguro popular no cubre heridas de amor ni otros males se presentará hasta el sábado 14 de septiembre en el Teatro El Galeón, Abraham Oceransky del Centro Cultural del Bosque (CCB), Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n. Funciones jueves y viernes a las 20:00 hrs, sábados a las 19:00 hrs y domingos a las 18:00 hrs.


GUILLERMO BEJARANO BECERRIL (Ciudad de México, 1998) poeta y estudioso de la literatura mexicana. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha colaborado en los proyectos Soga viviente y Vida y obra de José Juan Tablada. Ha publicado en las revistas: Revista Zur; Pérgola de humo; Punto en línea, Casa del tiempo, Pirandante. Revista de Lengua y Literatura Hispanoamericana y más.