¿Qué tan arriba es arriba? O la posibilidad de ver hacia adelante

 

Por Guillermo Bejarano Becerril / Foto: Luis Quiroz

En México, ya sea en la familia, en la escuela, en la sociedad o en conversaciones, pocas veces se habla de la muerte; la soledad; los cambios abruptos; la conexión entre la naturaleza y el ser humano por mencionar algunos. En países europeos u orientales —como Suecia, Italia, Alemania, Japón o China—, sí se abordan y desarrollan en su literatura o en expresiones artísticas (cuentos, novelas, poemas, pinturas o estampas).

Quizás en México se deba a un tabú, al misterio que rodea a la muerte o a la “inocencia”, desde la perspectiva de un adulto, que transmite la figura del niño. Sin embargo, con el pasar de los años, esto parece estar cambiando. Desde libros de Literatura Infantil, como ¡Casi medio año! (1997) de M. B. Brozon —novela que se centra en un niño, el cual atraviesa diferentes experiencias como su primer amor, el cambio de casa, el vínculo con su hermana, o la muerte de su padre— hasta la obra de teatro ¿Qué tan arriba es arriba?, escrita por Brendan Murray; traducida y dirigida por Otto Minera que fui a ver el domingo pasado.

Estrenada en el lejano 2022 en el Teatro El Galeón Abraham Oceransky del Centro Cultural del Bosque (CCB), la compañía teatral “Hasta la China” regresa al escenario con ¿Qué tan arriba es arriba? ahora en el Teatro Helénico. El elenco lo conforma Gilary Negrete, Aketzali Reséndiz, Itzhel Razo, Jesús Salgado y Aleida Méndez. En sesenta minutos, cuenta la historia de Pequeña Estrella, quien, ante la inminente realidad, desea detener el tiempo para que su abuela, Mamá Luz, no perezca y sucumba como todo ser mortal. Después de todo, morir es inevitable y es lo que es.

En su búsqueda por detener el tiempo, Pequeña Estrella (Aleida Méndez) cuenta con la compañía de un ser un poco inusual: el Pájaro —¿pájara o pájare?— que no tiene alas, pero vuela con el poder de su imaginación. Pequeña Estrella y el Pájaro que no tiene alas (Itzel Razo) se embarcan en la aventura para encontrar a tres magos y las respuestas que están buscando. Mientras esto sucede, entre transiciones que se marcan por la música e iluminación, el Sol (Jesús Delgado) y la Luna (Aketzali Reséndiz) vigilan el viaje de la niña, pues si se detiene el tiempo, ellos dejaran de bailar.

Tanto la iluminación y escenografía de Félix Arroyo, como la musicalización de Erick Guererro, Emiliano Jiménez y Joaquín López “Chas” mantienen nuestra atención en todo momento, pues entre los cambios, ya sea de escenografía o de escena, los actores interactúan con el público no sólo para distraer la mirada del centro, sino para conservar el misterio y la habilidad para cambiar e incorporar personajes o utensilios que usarán más adelante.

Recomiendo la obra por todo lo que involucra, desde su realización hasta la concepción, tal como se demuestra en el escenario y en el programa de mano, donde se evidencia la importancia de las abuelas en la vida de un niño como de la creación de un arte pensado para este público. Desde que inicia la obra es notable ver que los actores han estudiado a sus personajes con detenimiento y se sienten cómodos en la interpretación, pues se nota que conocen el tema de la muerte y la manera más objetiva para comunicarlo a un público infantil.

¿Cómo le explicas a un niño que la vida acaba para todos? ¿Cómo le haces entender, con una escenografía rudimentaria, sencilla e ilusoria —usan un baúl; una cama que se transforma y se convierte en todo (por ejemplo, jardín o nieve); un perchero-árbol; y una barra corrediza donde se cambian, salen personajes y habitan los magos—, el paso del tiempo, el cambio de climas o de espacio? Esto no es sólo lo único por mencionar, también es necesario decir y reconocer cómo dos historias funcionan a la vez (el viaje de Pequeña Estrella y la presencia del Sol y la Luna). No sin olvidar, los cambios de luz y de música, que también refieren a la muerte, desde colores vivos hasta oscuros; desde un viaje que inicia y termina, desde la primavera hasta el invierno, el andar del tiempo y su detenimiento.

No es la primera vez que disfruto de una obra para niños; sin embargo, siempre resulta interesante y asombroso ver la realización y la habilidad de cada ser involucrado para conectar con un público que no sólo necesita estar atento o deslumbrarse con luces y brillos, estereotipo asociado a los niños y marcado por el cine y la televisión, sino, a la vez, entender y comprender el mensaje de una obra artística como esta lo es.

Por las razones anteriores y más vayan a ver ¿Qué tan arriba es arriba?. No sólo por el hecho de ser “poco convencional”, sino porque propuestas como esta nos recuerdan la importancia y la necesidad de crear espacios para el público infantil y juvenil; que el arte, en este caso el teatro, es un lugar de encuentro, donde convergen espectadores de diferentes y múltiples edades (niños, niñas, jóvenes y adultos); que el teatro dirigido para un público “joven” cuenta con sus propias características y dificultades; que el tema del tiempo, la muerte, los cambios son temas humanos que se abordan tanto en una puesta en escena como en la literatura. La obra estará todos los fines de semana (sábado y domingo) hasta el 15 de septiembre en el Centro Cultural Helénico, Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn, Álvaro Obregón, 01020 Ciudad de México, CDMX.

 


GUILLERMO BEJARANO BECERRIL (Ciudad de México, 1998) poeta y estudioso de la literatura mexicana. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha colaborado en los proyectos Soga viviente y Vida y obra de José Juan Tablada. Ha publicado en las revistas: Revista Zur; Pérgola de humo; Punto en línea, Casa del tiempo y Pirandante. Revista de Lengua y Literatura Hispanoamericana.