Sobre la deuda del teatro en México

Por Viridiana Nárud

Si pudiera definirme dentro del teatro diría que soy una outsider. Durante muchos años al aplicar para los exámenes de admisión de actuación y no ser aceptada, tuve que preguntarme si en realidad tengo lo que se debe tener para ser un teatrero. ¿Pero qué es eso que debería tener? Emprendí un camino en donde comencé a cuestionarme qué es lo que pasaba en la escena con mis contemporáneos y con los que se denominan Vacas Sagradas.

Comencé a asistir a las puestas en escena del CUT y de la ENAT, a ir a los jueves de teatro del Centro Cultural del Bosque y de la UNAM, vamos, hasta comencé a criticar con tal de ver teatro. Gracias al encuentro con la crítica y aceptar ir a todas las obras que se me invitaba comencé a darme cuenta qué era lo que no quería hacer.

Llevo años estudiando el teatro y puedo decir que me sobran dedos de una mano para hacer el conteo de los montajes que considero inolvidables. Me pregunto ¿por qué las obras se han vuelto olvidables? Yo diría que es la frialdad de muchos montajes. Existen maestros y directores que han dejado una escuela de malos pensadores del teatro mexicano. Han hecho del teatro un concepto, han utilizado a la palabra como señuelo. Porque si uno escucha muchas de las nuevas dramaturgias que pretenden ser filosóficas y profundas, algunas hasta llegan a hablar de Dios, es claro que no tienen sentido. Porque para filosofar es necesario no sólo decir palabras complicadas, es necesario pensar, reflexionar, criticar y hacer un análisis. Se dice que uno debe tener cuidado de los corderos disfrazados de lobos, porque estos son vendedores de “verdades”.

Después comencé a cuestionarme las grandes actuaciones, direcciones y dramaturgia de los Grandes Maestros. ¿Qué pasa que no comunican? ¿Por qué las voces suenan igual? ¿Por qué la actuación más que una vivencia parece un manual de montaje, de voz, de imposición de cuadros? ¿Por qué no se siente algo vivo? Dice Guillermo del Toro que el actor escucha y esto se enseña mucho, pero por qué no escuchan a sus compañeros y públicos. ¿A caso no vemos que el teatro está vacío? Claro, siempre hay excepciones.

Llevo años coordinando talleres de teatro para jóvenes y personas mayores. Mi mayor sorpresa fue con el último grupo. Su único acercamiento con el teatro eran las pastorelas que alguna vez vieron en su  juventud y no les interesaba el teatro porque no pueden comunicarse con ellas. Existe un reto como teatreros que no sólo consiste en llenar la sala, sino en comunicar al espectador.

¿Se estará pecando de favoritismo en el teatro? ¿Se estará pecando de precariedad? ¿No está fallando el sistema de becas? ¿No están fallando las escuelas en recrear modelos y seguidores dentro de sus alumnos? Claramente siempre existe la excepción, el talento rompe con toda regla. Pero si algo he aprendido en los años que llevo viendo y haciendo teatro, es que urge ver nuevas narrativas, nuevas maneras de dirigir, de pensar y hacer teatro. ¿Por qué si Dionisio es el dios del teatro se encuentra tan Apolíneo? Romper, crear, morir, renacer, desgarrar, podrían ser algunos de los verbos que se podrían adjuntar al hecho teatral.