Inteligencia actoral

Por Viridiana Nárud (@viridianaeunice)

Inteligencia actoral aborda las problemáticas que los teatreros enfrentan en los últimos días de montaje, la histeria de los actores o el abandono de uno de ellos. Sin embargo, en este montaje se propone una visión futurista en donde un robot podrá sustituir al personaje principal, al menos, así lo marca la premisa principal de la obra.

Lo cierto es que la obra tiene un buen sentido del humor y las actuaciones en general son buenas. Es cierto que la dramaturgia cumple en un sentido de entretenimiento, pero por otro diría que falta por parte del dramaturgo Flavio González Mello,  verisimilitud. Durante las dos horas y media que dura la obra, se nos platea que un humanoide debe sustituir al actor principal de la obra de Hamlet. Así que, bajo esa premisa, el dramaturgo genera una serie de enredos que recaen sobre el director el cuál cuestiona de manera ontológica qué es lo que hace a un actor, ¿es el alma? ¿sus errores en escena? ¿su dificultad para aprenderse los diálogos? ¿Por qué una interpretación perfecta le quita lo vivo al teatro?

Poco a poco vamos generando empatía con nuestro pequeño robot desprovisto de toda humanidad, que empero, conforme a la exigencia y desapruebo del director, comienza a preguntarse cómo podría tener mayores emociones. El robot comienza a tener vida propia, a sentir y a desarrollar un alma. Padecemos con este inocente personaje su desesperación. Pero algo sucede al final con los giros de tuerca plateados por el autor: Lo que acabas de ver durante dos horas y media, no es verdad, es mentira. Después el autor desea plantear la duda al espectador si en verdad es un humano o un sustituto, pero pues el desarrollo de esta idea parece mas una ocurrencia que no permite al espectador dudar al respecto, además de plantear la problemática con el director. No contaré para que quienes deseen ir a verla, puedan disfrutar de uno de tres finales.

También existe una situación con la escenografía, no entiendo por qué el movimiento de ésta cada cierre de acto. Tampoco entiendo el tapete de ajedrez que no se ve y todo esto porque lo tapa una lámpara, tampoco es que los personajes jueguen en él como parte de un entramado de guerra o intriga. Digamos que está de más. Quizá serían necesario sólo unos cuantos movimientos y así podría durar menos la obra.

Es cierto que Inteligencia Actoral es de las obras, que he visto hasta el momento, que se destaca por hacer una apuesta narrativa con cierto sentido, aunque se desvanece al final. Hace falta rigor, preguntarse: ¿es verosímil? ¿Tiene sentido mi escenografía?

El teatrero tiene una deuda con el público, éste deja de ir, no porque no entienda la obra, sino porque el teatro no le comunica. ¿Por qué acabar una obra que tenía potencial con tres finales que no tenían nada que ver con toda la obra?