Crítica: LAS TOUZA

¿CÓMO SOBREVIVIR A LA PROPIA DIRECCIÓN Y NO MORIR EN EL INTENTO?

Por Óscar Alberto Fontana* (@fontanaoscar)

En el foro “La Gruta” del Centro Cultural Helénico ha aterrizado un montaje que, en su currículo, enlista el espacio urgente uno del Foro Shakespeare, el Traspatio Escénico, la sinagoga “Justo Sierra” y el Centro Gallego. El interés por dar a conocer la historia de las hermanas Touza ha hecho que la puesta en escena haya recorrido varios espacios con el objetivo de enarbolar la labor de estas mujeres que, en 1941, ayudaron a más de quinientos judíos a escapar de la persecución nazi.

Y aunque la anécdota pudiera ser considerada, por muchos, jugosa; la ejecución y dirección resulta errátil, confusa y fullera. Es decir, quienes nos dedicamos al teatro, entendemos que la ficción es un acuerdo que pactan actor y espectador. En consecuencia, la ficción se construye mediante una serie de acciones que el actor va ejecutando en escena, y que lo envuelven en un halo independiente al espectador, pero que al mismo tiempo lo incluyen y hacen que éste entre en convención – en el mejor de los casos.

Uno de los problemas más grandes de Las Touza radica en llevar al público a la escena, y pretender que este sea un ente interactivo. La pregunta aquí es: ¿Cómo puede el espectador entrar en la convención propuesta por la directora si no tiene las herramientas para hacerlo? El actor está educado para recabar información de los personajes que interpretará, para generar atmósferas, recrear ambientes, entrar en el acuerdo y no romperlo: ese es su trabajo, para eso ha estudiado. El papel del espectador es ser receptor, no una herramienta de la cual el actor puede echar mano para “esponjar” la escena. Escribo esto no porque crea que el espectador debe permanecer impertérrito en la butaca, sino porque el riesgo que corre la ficción es muy grande, y la dirección puede ir en detrimento del montaje.

Y es que esta acción, aparentemente, “inocente” y bienintencionada logra que toda la propuesta dramatúrgica, de convención y construcción de la atmósfera no prospere. Como resultado, se tienen dos dimensiones totalmente divergentes en escena. En una se encuentran las tres hermanas; en la otra, los espectadores que hacen las veces de judíos. Sin embargo, este último elemento rompe la ficción, ya que la consciencia del público no es estar participando de la ficción, sino de ser un espectador al que se le ha pedido que, en vez de ocupar una butaca, acompañe a las actrices en el escenario. El efecto que genera es contradictorio y caótico, ya que por una parte las actrices construyen la ficción, mientras que los espectadores la derriban. Pero no se trata de poner al espectador como “el malo del cuento”, al contrario. Ellos simplemente han sido llevados allí como elemento de soporte, únicamente. No es su responsabilidad si la propuesta, finalmente, no progresa.

Otro de las partes que no aportan a la puesta en escena es cocinar – con ayuda del público- los tradicionales melindres gallegos. Si la acción en escena no es imprescindible para la progresión del montaje, seguramente terminará desviando la atención del público. Esto es conveniente si el objetivo de dirección es ese, pero si no es así, resultaría penoso que el director estuviera jugando en contra de su montaje. Esto me conduce a dos preguntas más: ¿Dónde quiere el director que se focalice la atención de su espectador? O mejor aún: ¿De qué es de lo que quiere que salga hablando el público?

Finalmente, el trabajo de Adriana Focke, Alejandra Marín y Abril Pinedo resulta inverosímil en cuanto a la dimensión de lo que se pudiera distinguir como conflicto en el texto. Resulta absurdo que los personajes reaccionen con parsimonia ante una serie de eventos – no de menor relevancia – acontecidos en la segunda guerra mundial. Uno de los elementos más importantes en el trabajo de un actor es, precisamente, la verosimilitud con la que reacciona ante el estímulo de la ficción; esto dependerá, obviamente, de la dimensión de las circunstancias que está viviendo. Quiero decir, los personajes no reaccionarían de la misma manera si estuvieran en medio de una guerra, a que si estuvieran en un parque de diversiones en nuestra época. Es esto lo que completa el cuadro para que la convención no termine de edificarse: por una parte, el público en escena que nada tiene que hacer; y por otra, los personajes que no reaccionan de manera verosímil a la dimensión del conflicto.

Las Touza es una puesta en escena con claras pretensiones. Navega con el interés de mostrar a su público la labor filantrópica de estas tres hermanas. Sin embargo, pareciera que todo el tiempo se está tropezando con la propuesta de dirección. Es muy parecido a la sensación que causa ver a un atleta que en su carrera, tiene que ir derribando escollos para poder llegar finalmente a la meta. De la misma manera, en este montaje, el público tiene que ser lo bastante hábil para esquivar los distractores en escena y poder, finalmente, establecer un vínculo con la anécdota; siempre con el riesgo que, si cede ante la distracción, habrá perdido la batalla.

LAS TOUZA
Dramaturgia: Alfonso Cárcamo.
Dirección: Carla Soto.
Con: Adriana Focke, Abril Pinedo (alternando con Isabel Bazán), Alejandra Marín.
Foro “La Gruta”del Centro Cultural Helénico (Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn)
Viernes 20:30Hrs.
Hasta 24 de noviembre.